
CAPÍTULO 10. EL MÁS LISTO DE LA CLASE
A pesar de lo mucho que siempre me ha gustado el fútbol, no creo que mi mente juvenil de aquellos días pudiera ser consciente de lo que este deporte me iba a hacer vivir. Acción Católica se terminó y yo me encontré en la tesitura de querer seguir jugando al fútbol y tenerlo un poco difícil para continuar. Digamos que con el fin de Acción Católica el fútbol dejó de ser importante en la Puebla. O al menos eso parecía. Sin embargo, yo, con catorce años, no pensaba en otra cosa que en seguir corriendo aquella banda izquierda que Herrera II había pensado que era el mejor lugar que podía ocupar alguien como yo en un terreno de juego. Así que otro Herrera, mi vecino Antonio Herrera y compañero de Acción Católica y yo tomamos el camino hacia San Juan de Aznalfarache para intentar proseguir con nuestra incipiente carrera deportiva de la mejor manera: jugando. Así que, sin complejos de ningún tipo, fuimos a hablar con la directiva de U.D. Loreto y presentamos nuestros servicios futbolísticos por si el club tuviera a bien admitirnos en sus filas. Y así fue. Muy pronto estuvimos haciendo nuestros primeros pinitos como jugadores federados en el filial juvenil del Loreto.

CAPÍTULO 9. MI AMIGO FELIPE
Recordando aquellos ligeros días de infancia y fútbol en Acción Católica, no puedo evitar traer a mi mente a mi amigo Felipe. Llegó a formar parte del equipo y la verdad es que fuimos durante un tiempo grandes amigos.

CAPÍTULO 8. LAS BOTAS ROJAS Y LA ZURDA PRESTADA.
Eran preciosas. Es lo mejor que puedo decir en mi defensa. Me quedé absolutamente prendado de ese color rojo que me parecía que refulgía bajo aquellos rayos del sol del atardecer. Y ahora que me habían dado la oportunidad de jugar al fútbol como tanto deseaba en un equipo de verdad, no podía ir de cualquier manera. La realidad era que el olor a cuero y ese tacto áspero que me transmitían me parecían dos sensaciones maravillosas. Estaba convencido de que me harían jugar como nadie lo había hecho hasta ahora en la Puebla. Y es que también se daba la circunstancia de que tenía el dinero necesario para comprarlas y parecía que me estaba quemando en el bolsillo. Mi amigo Mario Caro me observaba con impaciencia. Si se hubiese podido meter en mi cabeza habría descubierto que no había nada que justificara tanto nerviosismo porque estaba total y absolutamente convencido. Esas botas tenían que ser mías.

CAPÍTULO 7. DOS CORAZONES EN EL MISMO CÉSPED
Días como el de la nevada fueron oasis de alegría en una infancia marcada por la dureza. Pero si hubo un refugio constante, un lugar al que siempre podía escapar, ese fue el fútbol. Han pasado más de cinco décadas desde los hechos que voy a narrar y, aunque no estaba yo presente durante la reunión entre el doctor Leal y el presidente Montes, mi mente ha construido aquel momento con la claridad que pueden darte las historias que llegaron a mí de gente más cercana a lo que pasó y que se convertiría en un elemento imborrable en mi mente y en mi corazón. A veces pienso que, incluso sin haber estado allí, el peso de lo que ocurrió se siente como si lo hubiera presenciado en primera fila. El fútbol ha formado parte de mi vida desde siempre. Como si fuese un hermano protector que me cuidaba y hacía mi vida más llevadera en los momentos más difíciles.

capítulo 6. nieve en el sur.
Después de todo lo que llevo contado sobre mi vida, no me cabe la menor duda de que pensaréis que tuve una infancia dura y difícil. En realidad, como ya he dicho, no más que las de muchos de mis coetáneos. No es dificultad, es la vida tal y como se conocía en aquella época de miseria. A pesar de todo fui feliz. Sí, viví bajo la sombra de mi hermano Manuel durante la mayor parte del tiempo, sino todo, y trabajé muchísimo porque era lo que tenía que hacer. Mi familia me necesitaba. O tal vez no, pero indudablemente mi obligación era obedecer a mis padres. Me quedan muchas cosas duras que contar, pero hoy permitidme retrotraerme a días más sencillos y vitales. A esos días que, da igual cuándo sucedan, los atesoras en tu interior como si formasen parte de tu sangre. Porque sí, son esos días que son vida y alegría y que realmente hacen que estar aquí merezca la pena. Fue el 2 de febrero de 1954. El día que nevó en Sevilla. Nunca lo olvidaré.

CAPÍTULO 5. EL BASTÓN DE MANDO.
Mi padre quería prosperar. Creo que quería no tener que trabajar tanto en el campo y con el dinero que estaba ganando con el tema del arroz no debió de dejar de darle vueltas a la cabeza. En su afán por conseguirlo llegó a formar parte del ayuntamiento de La Puebla. La gente que conoció a mi padre lo recuerda por muchas cosas: por su trabajo, por su carácter, por la taberna que, circunstancias adversas, hicieron que tuviera que montar en el pueblo tiempo más tarde... Pero hay una etapa de su vida que lo define por encima de todas las demás, aunque durara apenas un año. Fue la época en que le tocó ser alcalde. Y digo 'le tocó' porque aquel cargo no fue una elección, sino una carga que asumió cuando nadie más se atrevía, una responsabilidad que pagó de su propio bolsillo.
CAPÍTULO 4. LA MONTAÑA DE CARACOLES
Era un niño. Probablemente me parecería divertido ver algo tan extravagante, pero la verdad es que, aunque recuerdo el hecho, los detalles de lo que sentí se me escapan. Cáscaras de caracoles. Miles, quizás millones de ellas hacían una especie de rampa o precipicio con aquellos hogares vacíos de aquellos bichitos. Era impresionante. Aquel color blanco refulgía bajo el sol. Parecían corales marinos bajo las aguas rellenas de luz. Yo era pequeño y miraba desde abajo los cuatro o cinco metros de fatalidad molusca sin entender muy bien lo que estaba observando.

capítulo 3. el trillo maldito
Siempre digo que conmigo hicieron un milagro. Cuando pienso en lo fácilmente que podía ponerme en peligro, tanto yo como mis hermanos, en aquellas marismas húmedas y en ocasiones cenagosas, no dejo de entender que al fin y al cabo he tenido suerte de salir con vida de aquel sitio. Y es que parece que incluso podría estar inventando esta trama tan extraña, curiosa y poco habitual, pero no. Todo ocurrió en gran medida como lo cuento yo o al menos así lo recuerdo. Mi hermano Manuel murió en aquel río y yo también estuve a punto de hacerlo, pero alguien me salvó en el último momento.

CAPÍTULO 2. FUEGO EN EL CIELO.
Tengo, como es natural, los recuerdos de mi infancia algo difuminados. Cuando se vive tanto tiempo, es inevitable que tu memoria no atrape los recuerdos con la fuerza que debería, y a veces me cuesta encontrar las palabras justas para recrear cada momento. Sin embargo, el acontecimiento que me dispongo a narrar lo tengo en mi mente como si hubiese sucedido ayer.

CAPÍTULO 1. MUERTE EN LAS MARISMAS
Y yo me pregunto: ¿qué ven tus ojos cuando estás a punto de dejar de existir y el agua inunda tu cuerpo, tus sentidos y hasta tu misma alma? ¿Será verdad eso que dicen de que, instantes antes de que todo ocurra, tu vida aparece ante ti como los fotogramas de una película? Y si eso es así, ¿qué ocurre si te mueres con tan solo siete años? ¿Acaso ese instante es más corto que si te pasa siendo un octogenario? Aunque lo he intentado, me resulta imposible ponerme en la piel de mi hermano Manuel. No puedo ni imaginar que pasaría por su cabeza en aquel momento de angustia que a todas luces le anunciaba que todo iba a acabar mal. ¿Quizás se preguntaba por qué todo era tan injusto? ¿O era demasiado pequeño para entender lo que era la justicia?

¿Has pensado en que alguien escriba tus memorias?
Hay momentos en la vida en los que sabes, con total certeza, que estás viviendo algo importante. No para la humanidad o para el futuro, sino para ti. Son instantes que el destino te ofrece para que seas consciente de que, aunque haya muchos motivos por los que estás en este mundo, el que tienes delante es uno de esos que atesorarás para siempre. En esa tesitura me encontré yo cuando conocí a Luis. Sobre todo, al poco tiempo de tener la fortuna de cruzar unas palabras con él.